domingo, 15 de abril de 2018

Los colores del camaleón



El camaleón estaba descansando tranquilamente sobre la rama de un árbol. De pronto una gotita de agua cayó sobre su nariz y después otra gotita y otra más y otra más... ¡Estaba lloviendo!

El camaleón se resguardó de la lluvia bajo las grandes hojas del árbol. Llovía cada vez más fuerte. Llovía a cántaros. Entonces llegó un caracol hasta el lugar donde el camaleón estaba.
-Hola, ¿puedo resguardarme de la lluvia aquí contigo?
El camaleón no era nada sociable, por lo que prefería estar solo, pero asintió tímidamente con la cabeza. El caracolito le dijo:
-Muchas gracias.
El camaleón entonces pensó: “¿Qué necesidad tiene el caracol de buscar un lugar donde resguardarse de la lluvia si lleva a cuestas su propia casa?” Pero no dijo nada y ambos contemplaron en silencio como caía la lluvia.
El caracol empezó a impacientarse y finalmente dijo:
-¡Menuda tormenta! ¡Quizás no deje de llover hasta mañana!
El camaleón no dijo nada. Pero opinaba igual que el caracol.
Llegó la noche y ambos se durmieron. Al día siguiente un sol resplandeciente brillaba en el cielo azul.
Cuando el camaleón abrió los ojos vio que el caracol ya no estaba.
“Se ha ido sin despedirse” pensó y lentamente salió del refugio para descansar sobre una rama cercana del árbol.
El camaleón se sentía triste porque, aunque no quería reconocerlo, echaba de menos al caracol. Ya no se sentía feliz estando sólo.
De pronto el camaleón oyó una vocecita que le decía:
-Camaleón mira aquí abajo soy tu amigo el caracol.


El camaleón permaneció en silencio como siempre, aunque estaba muy feliz de ver de nuevo al caracol. Quiso expresar su alegría pero era incapaz. El caracol volvió a hablar:

-Te estoy agradecido y por eso he salido temprano esta mañana para decirle a la princesa del bosque lo que hiciste por mí. Me ha dicho que vayas a verla porque tiene un regalo para ti.
El camaleón partió de inmediato muy contento y emocionado porque nunca nadie le había regalado nada. Pero cuando llegó a la humilde casita donde vivía la princesa pensó: “Aquí solo pueden entrar los animales que han hecho algo especial” “y yo no he hecho nada especial”. “Pero ya que estoy aquí entraré”.
El camaleón entró en la casita y vio a la princesa. Estaba sentada leyendo un libro.
-Te estaba esperando camaleón. ¿Qué regalo quieres? – le preguntó la princesa. Pero el camaleón era incapaz de articular palabra.
-Vaya, eres muy silencioso pero estoy segura de que quieres comunicarte con los demás. Ya sé que regalo te haré. Cambiarás de color para expresar tus pensamientos ¿Te parece bien? 


Al camaleón le pareció una idea estupenda. Asintió con la cabeza y la princesa cogió una flor y moviéndola en el aire le concedió el regalo. Inmediatamente, el camaleón cambió su color verde a un color rosita claro para expresar su agradecimiento.

La princesa sonrió y dijo:
-¡De nada! A partir de ahora todos los animales entenderán lo que quieres decir a través de tus colores.
El camaleón regresó al árbol donde estaba el caracol esperándole.
-¿Qué regalo te ha concedido la princesa? –preguntó el caracolito.
El camaleón entonces cambió al color amarillo. El caracol se quedó impresionado.
-¡Cambias de color! y estas diciéndome que eres muy feliz. ¡Yo también estoy muy contento pues ahora podré entenderte!
Y este regalo se transmitió de generación en generación y todos los tímidos camaleones pudieron comunicarse cambiando de color.

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