sábado, 7 de abril de 2018

La historia de la rosa



La mariposa se despertó con los primeros rayos del sol. 

Comenzó a revolotear al rededor de la rosa despertándola.

-¡Buenos días rosita! –dijo la mariposa muy contenta.

-¡Buenos días! –contestó la rosa feliz.

-¿Qué historia me contarás hoy? –quiso saber la mariposa.

-Hoy te contaré la última historia –contestó la rosa.

-¿La última historia? –preguntó la mariposa sorprendida.

-Sí, ya no sé más historias –dijo la rosa con tristeza.

-¡Vaya! ¡qué pena! –exclamó la mariposa– ¿Y cuándo me contarás la última historia? –quiso saber. 


-Cuando tú quieras –le contestó la rosa.

-Me gustaría escucharte ahora –dijo la mariposa y la rosa comenzó su relato.

Un día un hombre compró un ramo de rosas para regalárselas a la mujer de la que estaba enamorado. Sin embargo ella le rechazó y el hombre, muy furioso, tiró el ramo de rosas a la basura. Cuando Simón, una persona sin hogar, vio al hombre tirar el ramo sintió pena por las flores y rápidamente fue a rescatarlas. Comenzó a caminar con ellas por la calle y sintió que le daban mucha alegría a su triste y solitaria vida. Entonces Simón, que era muy generoso, tuvo una idea: iría regalando las rosas a todas las personas que fuese encontrando para alegrarles el día[1]




Así lo hizo, y a todo el mundo se le iluminaba la cara al recibir el regalo. Una mujer se alegró tanto que quiso agradecerle a Simón aquel gesto tan bonito. Amelia, que así se llamaba la mujer, le ayudó económicamente y esto le permitió a Simón encontrar un hogar donde vivir. Poco tiempo después Simón consiguió un trabajo y le quiso devolver a Amelia el dinero con el que le había ayudado, pero ella lo rechazó diciéndole que la rosa que le había regalado valía mucho más.

Amelia había plantado la rosa y ésta había echado raíces. Cada día que pasaba se veía más fuerte y hermosa. Además el ratoncito Perigrín, el médico, la cuidaba y el ratoncito Belinguín, el astrónomo, le contaba innumerables historias que la rosa aprendía de memoria.

Un día vinieron a casa de Amelia su hija, su nieta Susana y su nieto Juanito. Amelia les mostró la rosa y les habló de Simón. Todos se quedaron maravillados, especialmente su nieta Susana. Por eso Amelia le dijo:

-Esta rosa es muy especial y ahora quiero que la tengas tú.

-Abuela no puedo aceptarla –dijo Susana.

-Estoy segura de que la cuidarás muy bien –replicó Amelia sonriendo.

Susana se llevó la rosa a su casa y la puso en la ventana de su habitación. Susana la cuidaba muy bien, sin embargo la rosa echaba de menos a Amelia y a los dos ratoncitos. Además las mariposas nunca iban a visitarla porque en el jardín había muchísimas flores más bonitas que ella.

Pero todo cambió cuando, un día, Susana trajo una mariposa y la puso sobre los pétalos de la rosa. La pobre mariposa no podía volar porque Juanito, el hermano de Susana, había tocado sus alas. La mariposa estaba muy triste y, para animarla, la rosa comenzó a compartir con ella todas las historias que el ratoncito Belinguín le había contado.

Una noche, mientras la mariposa dormía, la rosa llamó a la paloma mensajera y le pidió que buscase a los ratoncitos Perigrín y Belinguín para que viniesen a ayudarla. Así fue como Perigrín, que era un médico extraordinario, llegó hasta donde la mariposa estaba y curó sus alas. ¡Y la mariposa volvió a volar!

-¡Así que esa rosa tan especial eres tú! –exclamó la mariposa fascinada.

-No soy tan especial –dijo la rosa con humildad.

-¡Sí que lo eres! ¡Llevas la felicidad allá donde vas! ¡Gracias a ti puedo volar! –exclamó con ímpetu la mariposa.

-Pero ahora ya no tengo más historias que contarte –dijo la rosa entristecida.

-¿Qué te parece si vuelves a contarme todas las historias? ¡Me encantaría volver a escucharlas! –dijo la mariposa con una gran sonrisa.

-Eso... ¡sería fantástico! –exclamó la rosa muy contenta.

-¿Y qué te parece si invitamos a otras mariposas a que vengan y escuchen las historias también?

-¡Es una gran idea! –dijo la rosa muy feliz.

La mariposa se fue volando y al cabo de unos instantes regresó acompañada de muchas mariposas de colores diferentes.



-Rosita, aquí estamos deseando escucharte. ¡Empieza cuando quieras! – le dijo la mariposa.

Y la rosa comenzó a contar las historias. Las mariposas permanecían en silencio escuchando emocionadas.

...y todas las historias que contó serán escritas en este blog. 




[1] Esta parte del cuento está inspirada en la siguiente noticia:   http://www.eltiempo.com/bogota/habitante-de-calle-regala-flores-a-desconocidos-en-bogota-114746

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