domingo, 1 de abril de 2018

El vuelo de la mariposa


Una nueva historia la rosa contaba y la pena de la mariposa alejaba.



Susana miraba por la ventana de su habitación todos los días y se alegraba de que la mariposa que no podía volar continuase allí.

–Mira Juanito –le decía a su hermano–, a pesar de que la mariposa no puede volar, creo que está muy contenta de que le hayamos traído junto a la rosa.
–Sí –decía el pequeño sonriendo.

Y así era, la mariposa y la rosa ahora eran grandes amigas. La rosa le contaba muchas historias a la mariposa y ésta era feliz escuchándola. En cuanto la rosa terminó de contarle la primera historia -Los dos ratoncitos-, la mariposa le preguntó:

–¿Es una historia verdadera?
–¡Claro que sí! –contestó la rosa.
–Entonces, ¡existen los dos ratoncitos y la ancianita! –exclamó la mariposa.
–¡Claro que existen! –afirmó la rosa en tono enérgico.
–¿Los conoces? –quiso saber la mariposa.
–Sí, los conozco. ¡Son amigos míos! –contestó la rosa muy orgullosa.
–¿Y tú crees que el ratoncito Perigrín, el médico, podría curar mis alas? –preguntó la mariposa.
–¡Oh! ¡Es un gran médico! pero no sé si podrá curarte –contestó la rosa insegura.

Ambas permanecieron en silencio unos instantes hasta que la mariposa volvió a preguntar:

–Y ¿dónde está? ¿Cómo podré encontrarlo?
–Él vendrá aquí con su amigo, el ratoncito Belinguín –contestó la rosa y sus pétalos brillaron resplandecientes.
–¡Eso es maravilloso! –exclamó la mariposa con mucha alegría.
–Sí –le dijo la rosa y le explicó–: La anciana de la historia es la abuela de Susana y de Juanito. A veces viene a visitarnos y siempre lleva consigo una cesta llena de regalos para ellos. Ahí se esconderán Perigrín y Belinguín para venir hasta aquí.
–¡Entonces vendrá Perigrín y quizás pueda curarme! –Exclamó la mariposa tan feliz que comenzó a dar saltitos sobre los pétalos de la rosa–. Pero ¿cómo lo sabes? ¿quién te ha dicho que vendrán escondidos en la cestita?
–Ese es un misterio que no voy a desvelarte –contestó la rosa muy misteriosa.

Pasaban los días y la mariposa se impacientaba cada vez más. Sin embargo, la rosa continuaba contándole muchas historias y la mariposa permanecía animada. Por fin, una mañana vieron que la abuelita caminaba por el jardín hacia la casa de Susana y de Juanito.


Los niños corrieron a abrazar a su abuela y en ese momento los dos ratoncitos salieron muy rápidos de la cestita en dirección a la habitación de Susana. En cuanto entraron por la puerta la rosa les saludó muy contenta:

–¡Hola ratoncitos!
–¡Hola rosita! –respondieron Perigrín y Belinguín.
–Os presento a mi amiga la mariposa. La pobre no puede volar porque Juanito tocó sus alas. ¿Podrás curarla Perigrín?

Inmediatamente, Perigrín trepó hasta la ventana y desde allí le dijo a la mariposa:

–Por favor baja aquí para que pueda verte.

Entonces la mariposa abandonó los pétalos de la rosa posándose sobre el alféizar de la ventana. Perigrín examinó las alas de la mariposa con mucho cuidado. Todos permanecían en silencio. Finalmente Perigrín dijo:

–Tranquila mariposa, voy a curar tus alitas –y rápidamente abrió su maletín en el que había escamitas de ala de mariposa artificiales.
–¿De verdad puedes curarme? ¡Qué alegría! –dijo la mariposa muy contenta.

Con mucho cuidado Perigrín fue colocando las escamitas artificiales en las zonas dañadas hasta que las alas de la mariposa quedaron como nuevas. La mariposa comenzó a batir sus alitas y se alzó sobre la rosa y los dos ratoncitos diciendo:
–¡Qué maravilloso es poder volar! ¡Gracias! ¡Muchas gracias por todo! Me encantaría estar con vosotros pero ¡quiero volar de nuevo sobre el jardín!
–¡Claro! –dijo la rosa–, ¡ve a volar y pásalo muy bien!


La mariposa voló y voló tan lejos que los ratones y la rosa ya no pudieron verla.

¿Creéis que volverá? –preguntó la rosa con temor.
¡Claro que sí! –contestó Perigrín–. Sois amigas.
Sí, pero hay muchas flores más bonitas que yo en el jardín. Además ya le he contado todas las historias que sé.
¿Y también le has contado tu historia? –quiso saber Belinguín.
¿Mi historia? ¡Claro que no! –contestó la rosa con inquietud.
Entonces aún te queda una historia por contarle: la tuya –le dijo Belinguín.

Ya había atardecido y los dos ratoncitos oyeron que la abuela se disponía a partir de nuevo hacia su casa. Por eso Perigrín y Belinguín se despidieron apresuradamente de la rosa, salieron corriendo de la habitación de Susana y volvieron a esconderse en la cestita sin que nadie los viese.

Tras irse la abuela, enseguida se hizo de noche. Susana ya dormía cuando la mariposa regresó.

¡Qué bien me lo he pasado! –le dijo a la rosa posándose con cuidado sobre sus pétalos.
¡Oh! ¡Qué alegría verte de nuevo! ¡No sabía si ibas a volver! –dijo la rosa feliz.
¿Cómo no iba a volver? ¡Eres mi amiga! ¡Siempre volveré! le dijo la mariposa también muy feliz y en unos instantes se quedó dormida. Entonces, la rosa pensó:

Mi propia historia le debo contar, pero en otra ocasión será.

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